Adolescencia

Aquella tarde, al decirle

yo que me iba del pueblo,

me miró triste -¡qué dulce!-,

vagamente sonriendo.

Me dijo: ¿Por qué te vas?

Le dije: Porque el silencio

de estos valles me amortaja

como si estuviera muerto.

-¿Por qué te vas?- He sentido

que quiere gritar mi pecho,

y en estos valles callados

voy a gritar y no puedo.

Y me dijo: ¿Adónde vas?

Y le dije: Adonde el cielo

esté más alto, y no brillen

sobre mí tantos luceros.

Hundió su mirada negra

allá en los valles desiertos,

y se quedó muda y triste,

vagamente sonriendo.

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