Esas palabras que curan


Una compañera ha recogido en su blog un escrito de Mª Carmen Díez Navarro que merece un comentario largo y pausado que voy a intentar hacer. Cuenta lo que nos está inquietando hace tiempo a los que trabajamos con la  infancia, y como parece que es una realidad desconocida del gran público (es lo que muestran los últimos acontecimientos político-sociales) conviene hablarlo y airearlo, quizás nadie sospeche  la complejidad de nuestro trabajo.
Sí, parte de nuestro alumnado son esos niños caprichosos, carentes de valores reales que reclaman la satisfacción inmedita de necesidades que no lo son. Esos niños que viven en una burbuja y que aparentemente tendrían que ser felices y no lo son.
Afirmo que son profundamente infelices, insatisfechos, inseguros y con una  autoestima tan baja  que quisieramos poner en banquillo de los acusados a esos padres que creen que así están haciendo lo mejor para ellos. No lo hacemos, solamente explicamos y seguimos explicando que los límites son necesarios, que educar en valores también es justo y necesario.
 Predicamos en el desierto porque lo que decimos no está de moda y se nos pone esa cara de dinosaurios que nos aísla cada día más de la sociedad en la que trabajamos. Mas es importante dar la señal alarma, el panorama nuestro de cada día es preocupante, nunca niños tan infelices han llenado las aulas y no es que les amarguemos la vida, nunca el nivel de exigencias ha sido tan bajo y el diálogo tan fluido.
¿Qué sucede? Que la tal burbuja no existe, no es más que ilusión de los padres para superprotegerlos de un mundo que los adultos controlan cada vez menos. Estos niños saben lo que pasa con esas enormes antenas que tienen, que todos tenemos, para percibir el peligro y lo inexplicable. Se les está tratando de idiotas por un lado (no hay explicaciones para esa realidad compleja que ellos también sufren) y por otro lado se les pide opinión y toma de decisiones sobre cosas que no comprenden  y les abruman.
Las familias de las que hablamos son familias sin palabras y muchos sustitutos de ellas. La palabra cura y a veces hace comprensible lo incomprensible que procede angustia, ansiedad, todos esos sentimientos negativos que bloquean el crecimiento personal. En el momento actual muchos padres no tienen tiempo para dedicarles, no los ven, no dan ejemplo, y el ejemplo implanta los valores, y así están, nuestros alumnos, completamente desamparados ante todo lo que les está viniendo o pueda venir encima.
¿Y la escuela en todo eso? Rellenando parches... humilde tarea, que se anuncia cada vez más difícil porque nosotros tampoco vamos a tener ese tiempo de calidad para escuchar y acompañar.
Matemáticamente va a ser imposible.
¿Alarmante?Sí, sin lugar a dudas.



Comentarios

Transi Robles ha dicho que…
Muy bueno Mª José!!!
Me hubiera gustado haber escrito yo algo parecido al artículo de Mari Carmen Díez Navarro..., o algo similar a estas palabras tuyas muy acertadas... (No todos tenemos la misma credibilidad)
Dudé en publicarlo, pues estoy en proceso de transición hacia la inhibición total ("en defensa propia"...) También pensé que nadie lo leería... (es un tema tan complejo que casi nadie quiere mojarse...)
Pero es necesario hacer algo YA!
Estos niños serán los adultos del mañana y dudoso futuro nos espera a todos... (si sólo les afectara a esos padres y sólo sufrieran ellos las consecuencias...)
En fin, creo que se debería debatir más sobre ello, y las escuelas deberían ser las primeras en hacerlo.
(¡¿Cuántos buenos y experimentados maestros y maestras abandonan la escuela en cuanto pueden?!)
Gracias Mª José, un abrazote bien gordo para ti y felices días...
(Hay que recargar pilas, vienen negros nubarrones...)